Es el paso de un estado a otro, de una situación familiar, laboral o personal a otra muy diferente, ya sea elegida voluntariamente o encontrada de forma inesperada. Un cambio evidente al que hay que adaptarse y que siempre conlleva alguna pérdida. Puede ser física: personas que compartían nuestra vida, compañeros de trabajo, amistades que dejan de estar en nuestro entorno porque nos trasladamos a otra ciudad o empezamos un nuevo destino laboral. También hay pérdidas emocionales: la seguridad de lo conocido; la tranquilidad de la estabilidad y el equilibrio cuando se tienen. Un cambio existencial que nos zarandea hasta los cimientos, nos desequilibra y nos puede hacer caer golpeándonos fuerte.
Superar una etapa de transición de forma positiva y enriquecedora requiere esfuerzo y dedicación. Es una gran oportunidad para hacer balance de nuestra vida: revisar todas las facetas; mirar en nuestros adentros; sacar lo que lleva tanto tiempo guardado, oculto, escondido; y preguntarnos qué queremos hacer con nuestra vida y si somos felices, libres y coherentes con nuestros anhelos.
Si estás viviendo un periodo de transición concédete tiempo para ti, a solas contigo mismo y encuéntrate con tus miedos, esos que te impiden avanzar; y conecta con tus fortalezas para dar ese giro que te recoloque y te lleve a ese punto desde donde trazar líneas que dibujen tus sueños.
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