Todos los días tienen su amanecer y su atardecer. Momentos de colores pastel, de susurros y suaves movimientos. Ocasiones diarias para no hacer, solo ser. Instantes sin tiempo que nos acercan a lo eterno, a la verdad verdadera, a lo que siento y no pienso, a lo que alienta y serena.
Vivir con atención ese inicio y final del día nos coloca en una posición privilegiada desde donde ver y comprender a la vez.
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