Los días de levante son de mucho movimiento.
Se mueven los árboles, las flores y los pensamientos.
Las ramas se sacuden sin pausa ni descanso.
Las hojas secas se dejan llevar lejos.
Las nubes se aceleran y cambian en un momento.
En el campo todo se alborota, nada está quieto.
Vaivenes y bailoteos frenéticos.
El alma y la mente también se contagian con este viento
y vuelan sin rumbo, pero ligeros y libres,
mecidos por este aire que está vivo
y nos sacude y despierta,
nos zarandea y reconecta.
Foto Instagram @guiruk
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