La atención es una cualidad de la mente que podemos usar de forma inconsciente, sin darnos cuenta de adonde la dirigimos, o conscientemente eligiendo donde la enfocamos.
De cómo la empleemos dependerá nuestra paz mental, nuestro bienestar y nuestra felicidad.
La atención dejada a su libre albedrío suele irse a los pensamientos, los recuerdos y la información que llega por nuestros sentidos físicos. Salvo cuando tenemos que realizar alguna actividad intelectual, como estudiar, o llevar a cabo tareas que requieren concentración; la mayor parte del tiempo la atención está enredada en los pensamientos, en el diálogo interior, dándole vueltas a un mismo tema, preguntas y respuestas, explicaciones, suposiciones y divagaciones. Está creando problemas, quedándose atrapada en laberintos sin salida, acumulando información y datos insignificantes y superfluos, saturándonos, desbordándonos y angustiándonos.
La buena noticia es que tenemos la libertad y el poder de elegir dónde poner la atención, de seleccionar los estímulos, pensamientos y recuerdos que nos hacen sentir bien, que nos conectan con la serenidad, el fluir sin resistencias ni esfuerzo, la creatividad, la intuición, la sabiduría y el equilibrio para poder ver con amplias miras, tomar decisiones acertadas y caminar guiados por el alma, sin dudas ni temores.
Prestar atención a nuestra atención es un ejercicio que nos recoloca, nos centra y nos abre los ojos para ver nuestro interior, nuestra mente; para conocerla y entender su funcionamiento, su poder y sus efectos sobre el cuerpo, nuestros comportamientos y reacciones, y nuestra manera de ver la vida.
Párate de vez en cuando a lo largo del día y mira a ver dónde está tu atención.
Foto Instagram @yonialter
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