Si hoy es uno de esos días en los que la brisa mueve con suavidad las hojas, las ramas de los árboles, las flores y plantas del jardín, siéntate al aire libre cerca de un árbol.
Cierra los ojos. Respira hondo y despacio tres veces.
Siente el aire e imagina sus movimientos invisibles, oleadas cálidas o frescas que chocan con tu cuerpo y te despeinan.
Ponle forma y color el viento, como si fuera un cristal tornasolado que se funde y aligera, que se amolda y te rodea sin cesar de moverse y cambiar, lento y suave.
Visualiza cómo tus pensamientos y sentimientos de este momento fluyen en armonía con la brisa imaginada, danzando y serenando tu cuerpo, tu mente y tu alma.
Respira a tu ritmo y disfruta este rato fluyendo sin límites físicos, sin espacio ni tiempo.
Termina con unas respiraciones profundas.
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Foto Instagram @rantan_camera
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