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El valor de una ventana



Algo tan cotidiano y común como una ventana, que antes solo miraba para subir o bajar la persiana, o para ventilar la habitación, se ha convertido en mi liberación. Mirar por la ventana, ver qué tiempo hace; observar las nubes como no hacía antes; el recorrido del sol desde que amanece hasta que atardece; las ramas de los árboles de la acera de enfrente que me anuncian con su movimiento que hace viento, quizá levante, tal vez poniente. Ahora mi ventana son mis ojos al mundo y al universo. Qué misterio es el cielo, las estrellas y los astros; siempre ahí, tan lejos, tan eternos. Ver la Luna sorprende y emociona; su luz cálida alumbra y no deslumbra. Y el Sol; ya no me pongo gafas oscuras para no verte, ahora te busco a todas horas, busco tus rayos y los invito a acompañarme, a darme calor, a iluminar mi hogar alejando a la oscuridad. Y ahora, cuando llueve, contemplo las gotas en los cristales, y no cojo el paraguas para no mojarme; ahora abro la ventana, y estiro los brazos y asomo la cabeza para sentir la lluvia en mis manos y en mi cara. Ahora adoro a mi ventana. Bendita ventana que me conectas con la vida.



 

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