La conexión del cuerpo con el alma existe toda la vida y en todo momento. Pasamos la mayor parte del tiempo alertas, funcionando de forma automática, dirigidos por la mente e involucrados en los procesos cognitivos. Siempre percibiendo a través de los sentidos.
Nadie nos enseña a interiorizar, conocer las emociones, saber cómo funciona el pensamiento, entender qué hay más allá de lo que vemos cuando nos miramos en un espejo. Y eso hace que no seamos conscientes de nuestra conexión con el alma y de todo lo que alberga.
Podemos sentir y escuchar al alma cuando bajamos la actividad mental y física, dejando espacio para que se exprese y se muestre. El día que lo descubrimos cambia nuestra vida para siempre.
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