Siempre que algo acaba, sea un año, 365 días, una estación, un proyecto, un trabajo, una relación, una obra, un viaje o cualquier historia que estemos viviendo, hacemos balance de lo bueno y de lo malo que hemos vivido; recordamos, repasamos y analizamos. Muchas veces no somos objetivos ni equilibrados, minimizamos lo positivo o exageramos lo negativo, ignoramos aspectos valiosos y valoramos lo que no tiene valor.
El fin de un año es buen momento para hacer este ejercicio pausado y relajado. Un balance de lo vivido: los hechos con sus consecuencias, los sentimientos que quedan, lo aprendido, las sorpresas, los sueños cumplidos, los planes emprendidos, lo entregado y lo recibido.
Siéntete agradecido por todo lo vivido porque todo te ha enriquecido y engrandecido, todo es parte de tu caminar y la esencia de tu vida.