Esta palabra que cuesta pronunciar hace referencia a lo que siempre se ha dicho: ” No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”.
Demorar tareas y asuntos es algo habitual y cotidiano; sólo en casos exagerados se prolonga tanto en el tiempo que pasan meses y años aplazando y dejando para otro día lo que tenemos pendiente de llevar a cabo.
Diferir y retrasar el comienzo de un proyecto, actividad, trabajo, conversación o asunto puede ser motivo de ansiedad y malestar; puede hacer que afloren sentimientos de culpa y que nos cuestionemos nuestra valía personal y se resienta la autoestima; pueden surgir sentimientos negativos en relación a la frustración por no alcanzar un objetivo.
Cuando te veas inmerso en una situación de este tipo haz una pausa y pregúntate por qué estás así, qué es lo que te impide hacer eso que dejas para mañana. Las razones pueden ser muchas, principalmente miedos; también falta de interés, inseguridades, desconfianza, apatía, desmotivación. Averiguarlas te ayudará a conocerte mejor.
Procrastinar suena a algo con connotación negativa, mal visto; sin embargo, puede ser una acción liberadora, una forma de mejorar actitudes rígidas con uno mismo, de escuchar las necesidades propias, de hacer las paces con el alma y de revisar nuestras prioridades y escala de valores. Como casi todo en al vida, lo mejor es buscar un equilibrio guiándose por la intuición, esa voz interior que con sabiduría nos orienta.
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