El alma es aventurera por naturaleza. El alma nos impulsa a vivir experiencias nuevas, arriesgadas, emocionantes, espontáneas, divertidas.
Lanzarse a vivir una aventura es una liberación para el alma y una experiencia que puede ser transformadora: una oportunidad para descubrir cualidades, valores, fortalezas y aspectos personales que teníamos ocultos o bloqueados y que salen a relucir cuando nos aventuramos.