Pocas veces vemos la vida tal como es: con sus imprevistos, sus acontecimientos, sus contratiempos, sus hechos, con objetividad, sin dramas añadidos, sin enredarse en todo lo malo que podría haber sido, lo peor que podría haber ocurrido, lo más negativo, que no ha sido pero ¿y si hubiera pasado? La de tiempo que perdemos en esos pensamientos, esos temores y miedos a los que damos poder, que actualizamos y sentimos como ya realizados.
Cuánto malestar y pesar nos ocasionamos al especular y adornar cualquier simple incidente con lo malo, lo oscuro, lo que duele y daña, y que sólo está en la mente, porque no es la realidad sino la ficción, lo que añadimos, los miedos que proyectamos, lo que sacamos del subconsciente.
Observa tu mente, tus palabras, tus recuerdos cada vez que te pase algo que te afecte emocionalmente. Analiza y discierne. Mira con ojos nuevos. Detente. Toma conciencia de tus pensamientos. Elimina todo el drama añadido y verás la situación completamente diferente, despojada de negatividad, con paz y serenidad. Y deja la mente abierta a soluciones e ideas que surgirán y fluirán aportando luz y claridad a lo que tenía oscuridad por dramatizar.
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