A veces nos encontramos animales abandonados que se ganan nuestro corazón en el primer cruce de miradas. Esos ojos tan abiertos que te hablan, te cuentan, te piden, te enseñan. Te acercas y quietos se quedan, confían en las manos que se le muestran. Pronto el instinto de defensa deja paso a los mimos y caricias, ronroneos y juegos cuando te ven, como si estuvieran de fiesta. Así son estos pequeños gatos que encontré junto a los contenedores de basura; amor y alegría que inesperados se cuelan en mi vida.