Muchas veces somos intolerantes con todo y con todos, y eso nos hace sentir mal porque moviliza muchas emociones negativas, principalmente la ira.

Ser tolerante y aceptar las circunstancias y a las personas tal como son, sin que eso nos altere o incomode, sin que nos inquiete, ofusque o enfade es un ejercicio que nos da serenidad y paz interior.

Dejar fluir al mundo que nos rodea, dejar ser a las personas aceptando las diferencias aunque no encajen en nuestros esquemas mentales, nuestras creencias, costumbres e ideas es una actitud positiva, respetuosa, pacífica y humilde que favorece la cordialidad, el entendimiento y las buenas relaciones personales, familiares, laborales y sociales.

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