Cada mañana al abrir los ojos hay un instante sin espacio ni tiempo en el que lo primero que surge es un sentimiento junto a un recuerdo. Un momento en el que tomo conciencia del nuevo día, de la existencia, de tu esencia y en el que el alma es libre y ligera. Décimas de segundo en los que sólo hay amor, paz y libertad en su más pura expresión, mágica combinación que me acompañará el resto del día, aunque a ratos no los encuentre porque están ocultos con los asuntos de la mente: sus pensamientos, razonamientos, preguntas y argumentos, que aparecen después de ese instante que me recibe cada día cuando despierto y me abre a la vida.