Los niños son extremadamente vulnerables. Cualquier mentira por bien intencionada y justificada que parezca hace más daño que la verdad por dura que sea.
Las mentiras en la infancia condicionan la vida al llegar a adulto al guardarse en el subconsciente información que se asume verdadera y que de mayor causa conflictos internos mentales, emocionales y espirituales que hacen sufrir, sentirse incomprendido, perdido.
Hay que contar la verdad a los niños con prudencia, poco a poco, con explicaciones adaptados a su nivel de comprensión. Decir la verdad a un niño es algo que agradecerá toda la vida.