Cuando sufrimos un desengaño, una desilusión, cuando alguien nos decepciona porque comprobamos que no es lo que parecía, en esos casos nos sentimos dolidos, heridos porque no hay nada que afecte más a la confianza en otra persona que descubrir que te ha mentido, que era falso.
Se necesita tiempo para aceptarlo, como si fuera un duelo, y en muchos casos nunca se llega a cicatrizar la herida quedando secuelas que dificultarán las relaciones futuras y que harán que la persona se vuelva desconfiada, escéptica y arisca.
Cuando eso ocurre hay que sanar esas heridas, pasar página y aceptar la vivencia como parte de nuestro aprendizaje porque de las experiencias dolorosas se aprende siempre.
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