Ese instinto de protección va unido a sentimientos nobles como la bondad, el amor, la generosidad, la empatía. Estar atentos a las necesidades de otro ser vivo, prestarle ayuda si la necesita, dar afectos de forma incondicional es una forma de crecer espiritualmente y de colaborar con la evolución de la humanidad y del planeta.
Desde la infancia se aprende este gran valor que debería fomentarse y transmitirse a las nuevas generaciones que en muchos casos tienen ideas distorsionadas y menosprecian algo tan hermoso y humano como es cuidar a otros seres vivos.