Es muy fácil interpretar de forma equivocada unas palabras, unos hechos, cualquier gesto de alguien si no hay diálogo, si no hay empatía; es muy fácil dejarse influir por emociones, recuerdos, ideas erróneas, juicios, opiniones ajenas. Por ello, antes de precipitarse al sacar conclusiones es bueno pararse, darse un tiempo y analizar todos esos factores que nos influyen y, si es posible, confirmar nuestra interpretación hablando del tema con la persona implicada. Los malos entendidos debidos a una malinterpretación son causa de muchos conflictos y mucho dolor.