A veces nos parece que hay asuntos de la vida, circunstancias, experiencias, relaciones que no progresan, que no avanzan, que se estancan y sufrimos por la impotencia, por no poder hacer que cambien, que se transformen, que se dirijan y se orienten hacia donde deseamos. Suele ser una impresión sesgada por la mente que calcula, cuenta y mide, pone plazos, que organiza y ordena y cuando el devenir de los acontecimientos no le cuadra o no encaja en sus esquemas, sus planes o sus ideas se rebela, se enreda, se lía y busca explicaciones y argumentos que normalmente son ficticios y concluye razonamientos que parecen lógicos y con sentido pero son erróneos porque en la vida las vivencias no siguen las leyes de la ciencia, ni hay normas establecidas, ni esquemas, ni plazos determinados, sólo hay un fluir, una evolución, un seguir adelante con obstáculos que superar y con sorpresas y regalos, un movimiento continuo y un avance que puede pasar desapercibido porque los cambios más importantes son interiores y pueden tardar en reflejarse y manifestarse en lo externo.