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Miedos en la infancia


La forma en que un niño aprende a afrontar sus miedos de pequeño condicionará su forma de hacerlo cuando sea adulto.

La respuesta habitual por parte de los adultos de pedir a un niño que está sufriendo una experiencia traumática que se tranquilice y le quite importancia al asunto es tan dañina como ponerse nerviosos y gritarle, con estas reacciones solo se consigue que el trauma sea mayor.

Cuando la experiencia traumática es pequeña el niño es capaz de entenderla por sí mismo, sin embargo, si el susto es grande puede que no sea capaz de procesar esa experiencia y entonces aparece el miedo irracional, por ejemplo, si un perro se abalanza al niño ladrando. La imagen del suceso y la reacción de pánico pueden quedarse grabados en el cerebro para siempre y desarrollar un miedo irracional, que el caso del ejemplo surgirá cada vez que vea un perro.

Para difuminar esas impresiones y desactivar las imágenes traumáticas lo que hay que hacer es ayudar al niño a hablar de lo que ha visto y lo que ha sentido, dedicándole su tiempo, con calma y paciencia, hablando de aspectos específicos de la escena, analizando las imágenes y las sensaciones mientras se le pregunta a él, y poco a poco se irá calmando y sintiéndose seguro y tranquilo. Hay que ser cálido y cercano al hablar con el niño para que se sienta comprendido, hay que escucharlo con empatía intentando saber cómo se sintió en ese momento. Este proceso se llama integrar la experiencia traumática, en él se produce una comunicación entre los dos hemisferios cerebrales, el más racional y el más emocional, y la parte verbal y lógica ayuda a la visual y emotiva a superar la experiencia, con ello el niño recordará el suceso pero no lo vivirá con la misma angustia.

Es muy importante repasar el relato dos o tres veces en los siguientes días. Cuanto más se procesen verbalmente las imágenes y las impresiones más y mejor se integrará el suceso.

Los miedos adquiridos en la infancia son los causantes de la mayoría de conflictos personales del adulto al ser miedos irracionales, muy arraigados, que pocas veces se identifican y reconocen como su causa llegando a causar limitaciones y siendo un motivo de infelicidad y sufrimiento.

Por ello hay que ayudar al niño a afrontar sus miedos, para que aprenda a superar cualquier miedo que tenga a lo largo de su vida. Y solo hay una forma de superar el miedo y es enfrentándose a él.

 

Bibliografía: El cerebro del niño explicado a los padres.

Dr Álvaro Bilbao. Plataforma actual.

 

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