San Francisco nació y vivió en Italia hace muchos años, en el siglo XII. Hijo de un rico comerciante, renunció a los bienes terrenales para vivir una vida humilde, austera y en la más estricta pobreza.
Comenzó reconstruyendo iglesias en ruinas, atendiendo a leprosos y pidiendo limosna para llevar a cabo labores diversas. Fueron años de soledad en los que se entregó a la oración y a la meditación. Tuvo una revelación que lo llevó a salir al mundo para hacer el bien e iniciar su andadura predicando el amor a todo lo que nos rodea, a las personas, los animales y a la naturaleza. Fue un ser muy avanzado en sus ideas, las que defendió libremente por tierras italianas y otras, llegando hasta Siria y Egipto.
Fue conocido por los estigmas (las heridas de Cristo en su cuerpo, un fenómeno inexplicable para la ciencia) que le aparecieron durante su retiro a la vida contemplativa y tras un largo periodo de ayuno y oración. Tuvo muchos discípulos y seguidores, lo que le llevó a fundar la orden religiosa de los franciscanos y la rama femenina de las clarisas.
Hoy en día es venerado en el mundo entero por fieles que cada día dan testimonio de milagros acaecidos por su intercesión.