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Cómo te encontré...


Hace una temporada contigo me encontré, ya sabes quién eres y por qué te encontré.

Al principio de conocerte nunca imaginé lo difícil que iba a ser. Una muralla china que te daba tres vueltas y media fue lo primero con lo que me topé. Misión imposible, pensé. Pero empecé con la tarea, gran ayuda me busqué, expertos en demoliciones, dinamita superior, esto no falla, decían, cuando se hace por amor. Varias veces me rendí, reventada llegué a estar, qué trabajo más duro, no sé si resistiré. Pero poco a poco iban cayendo las piedras de ese muro sin igual. No te rindas, queda poco, ya vamos a terminar.

Y llega el día en que parece que la muralla no está ya, ha caído derruida y ya me puedo a ti acercar. Pero cuál es mi sorpresa cuando llego a descubrir que vives en una cárcel llena de rejas, de barrotes y puertas blindadas, una cárcel imaginaria en la que voluntario te recluiste después de condenarte sin haber hecho nada condenable, porque fuiste víctima y no verdugo, te hicieron daño, no lo hiciste, te hirieron, no heriste. Pero estabas confundido y creíste que así, encarcelado, estarías a salvo de malvados que te hicieran sufrir.

Y empezamos otra lucha, sacarte de esa cárcel en la que estabas solo, aislado, mirando por las ventanas pero sin atreverte a salir. No fue fácil que entendieras que la puerta estaba abierta, que los barrotes eran virtuales y que eras libre, que no había condena que cumplir, que fuiste tu juez, te castigaste solo y te pusiste cadena perpetua.

Con un equipo salvador, geos del alma expertos en liberación, emprendimos una nueva lucha, nada fácil esta misión. Después de muchas visitas a la cárcel, puerta cerrada; si estaba abierta y llegaba, portazo me llevaba; y si me colaba, escondido bajo las piedras no te encontraba. Sal de ahí hombre, no te mereces eso. Pero el miedo era grande y profundo y no te dejaba salir. Después de muchas charlas monográficas, monológicas, machaconas, por fin conseguiste salir, fue poco a poco, primero un pie fuera para probar. Uy, que vértigo me da, es la libertad, me voy para dentro. Venga hombre, no seas pesado, sal para afuera ya, se acabó la condena, eres libre de verdad.

Todos celebramos que has salido ya, pero aún queda algo que solucionar. De risa parece, pero es la realidad, ahora resulta que tienes una armadura puesta, y llevas una lanza, porque crees que hay enemigos contra los que luchar. Sigue el miedo a ser herido, no lo puedes evitar, y atacas con la lanza hiriendo sin querer a los aliados porque ese miedo te ciega y hace que ataques sin discriminar.

Ay, Dios mío, este chaval, qué trabajo me va a dar. Porque es un alma amorosa y no la puedo así dejar, porque esto no hay quien lo aguante más, es imposible seguir. No hay nada imposible, hay que seguir, ya lo que queda es fácil.

Anda, vamos a la chatarra a vender esa armadura oxidada y sé libre por fin.

 

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