Esas valoraciones, comentarios, consejos que todos damos y recibimos a diario, que no tienen más valor pero que casi siempre se lo damos, que no siempre representan un realidad pero que lo vivimos como tal, que no son nuestra verdad pero nos lo creemos.
A la gran mayoría les afecta y mucho las opiniones, ya sean de amigos, familiares, conocidos o desconocidos.
Están los que se rebelan, se enfadan, protestan y se encaran.
Los que aparentan no haberles afectado pero lo sufren en silencio.
Los que reconocen que les molesta pero lo olvidan pronto y no les afecta.
Y hay casos extremos a los que una opinión en desacuerdo con su parecer les amarga la existencia, les quita el sueño, se enredan en ese recuerdo que van agrandando y magnificando dándole un poder desmesurado, ya que llega a quitar la paz interior porque se instala en la mente como una agresión, una ofensa, haciendo daño real mental y emocional.
Hay que recibir las opiniones como algo neutro, ajeno, respetable, que se puede compartir o no, pero sin otorgarle ningún poder porque no lo tienen.