Es una mezcla de rojo y azul. El lila es la mezcla de violeta y blanco.
Son los colores menos habituales en la naturaleza, es el color menos natural.
Hay 41 tonos de violeta.
El llamado color púrpura tiene dos variantes: púrpura violeta (violeta oscuro) y púrpura rojo (violeta rojizo).
Desde el año 1500 a.C. se conoce el teñido con púrpura que se obtenía de la tinta de un molusco con otras sustancias, según la variante se obtenía un tono u otro. En la antigua Roma teñir con púrpura costaba 20 veces más que el más caro de los tejidos. Era un tinte estable a la luz y por ello fue símbolo de la eternidad.
En la antigüedad era el color de los que gobernaban, era el color del poder, un color imperial reservado al emperador romano y sus herederos. Hasta la tinta de color púrpura con la que firmaba el emperador estaba custodiada por un funcionario que tenía el título de “custodio del escritorio imperial”.
Es un color eclesiástico, en la iglesia católica es el color de los cardenales que también llevan anillos con amatista, un cuarzo de color violeta. Es el color de lo divino, de la fe, de la penitencia y de la humildad.
Se considera un color singular y extravagante para vestir.
Para los profanos el violeta es el color de la vanidad y los pecados dulces. Muchas marcas de chocolate envuelven sus tabletas de este color.
Es el color de la magia y de la superstición, de lo original y lo frívolo, de la sexualidad pecaminosa, de lo ambiguo.
El violeta marca el límite entre lo visible y lo invisible, de noche es el último color que se ve antes de la oscuridad total.
Fue el primer color sintético y el color favorito de la corriente artística francesa de finales del s. XIX llamada art nouveau donde lo natural no podía ser arte sólo lo artificial.
Uno de los colores del movimiento feminista junto al blanco y al verde y el color de la homosexualidad antes de que adoptaran la bandera del arco iris como identidad.
El violeta es un color que conecta con nuestra parte espiritual.
Ayuda a desarrollar la intuición, a meditar y a escuchar a nuestro ser interior, a nuestra alma.
Unas flores violetas aportan una energía de alta vibración que armoniza el 7º chakra, el de la conexión espiritual.